Una noche tibia de verano después de llover. La ciudad de Braunschweig ebulle de vida. Por todos lados hay corredores con números al pecho. Mujeres y hombres de todas las edades reunidos detrás de la línea de salida, esperan impacientes y nerviosos salir a galope. Bromean, cantan y ríen. Los mas ambiciosos tratan de colocarse al frente para salir disparados con el camino libre. Prefiero quedarme en el corazón de la multitud e imaginar historias y argumentos uniendo a todos esos personajes. Por ejemplo, a un extremo del pelotón se oye a una mujer girtar: «Johann !» El hombre frente a mi se vuelve y levanta la mano. La mujer se filtra por las porosidades de la mulchedumbre y justo frente a mi casi me lleva en el abrazo abrasante que prendió a Johann. Quizá es el reencuentro de un amor perdido, o eran tal vez amantes que en su beso de despedida pretendiendo ser amuleto para la carrera compartieron su intimidad aislándose de la multitud por el tiempo en que el efímero ósculo duró.
Un disparo al aire desata gritos de júbilo y aplausos, poniendo la masa en movimiento. Aunque uno no quisisera moverse, sería arrastrado por el gran caudal, en cuyo cauce los espectadores se degañotan con gritos de apoyo. La música de una orquesta de metales casi me arranca una lágrima de alegría por estar ahí, viviendo ese momento, si bien en realidad no soy yo el que está ahi metido. Es Angela Schwarz.
Angela corré al paso de sus compañeros de equipo y toma una paso de flotación. Veo por sus ojos, siento los latidos de su corazón, y sincronizo mi respirar al suyo. Sigo el ágil paso de Thorsten y Klaus entre intrincadas callejuelas mediavales. De ser yo no tendría ninguna posibilidad. Tan sólo he trotado una sóla vez este año. Por suerte somos ella, quién de seguro ha entrenado y se ha preparado bien. Entre la multitud escucho que gritan mi nombre varias veces. Alcanzo a reconocer algunos rostros, pero a menudo solo escucho las voces gritando mi nombre y arengándome en español a mantener el paso. Correspondo agitando la mano en todo lo alto. Pero todos se equivocan. No soy yo, soy Angela Schwarz.
El sprint final es definitorio para que Angela obtenga un magnífico resultado: 5ª lugar de su categoría, 8ª lugar del equipo (de 24 integrantes), y 13ª de todas las mujeres. Cruzando la meta he dejado de ser ella. Ahora puedo sentir la lluvia refrescante en mi porpia piel. Mi segundo trote del año ha terminado.