Cuando estudiaba la preparatoria, hace ya varios años, los jóvenes de aquél entonces no teníamos el acceso a la información que se tiene ahora, sobre todo a través de internet. Hoy en día me sorprende leer bitácoras de chavitos de 18 o 19 años muy bien informados, muy precisos al escribir, y sobre todo con una visión crítica de las cosas. De verdad que a veces hasta me intimida. Mi generación, por el contrario, no estaba habituada ni a leer los medios impresos existentes, ni mucho menos a escribir. Viéndo éstos sucesos en retrospectiva puedo afirmar que los medios electrónicos han venido a rescatar el género epistolar, sobre todo a través de los correos electrónicos. Me pregunto ¿qué hacíamos entonces? si no teníamos internet, ni tampoco nos ocupábamos sobre los temas de actualidad, ni leíamos libros, y la mayoría no éramos muy chipocludos en la escuela, ¿en qué carambas invertíamos nuestro tiempo?
A ciencia cierta no lo sé. Lo que recuerdo es que hacíamos mucho deporte. Si lo comparamos a la manera en que los jóvenes practican deporte en Alemania, era muy informal. Sin pertenecer a liga, club o asociación, nos reuníamos varios camaradas para sostener épicos encuentros de beisbol y tochitos (fútbol americano). Luego también jugábamos básquetbol, ping-pong, fútbol y muchas otras cosas. Siempre lo hacíamos al aire libre por lo que no requeríamos de sofisticadas instalaciones deportivas. Es un ejemplo claro de como el clima, sobre todo en los paises fríos como Alemania, determina el nivel de organización de las personas. En éste caso con objeto de practicar deporte.
Seguramente Toño y Héctor recordarán también aquella “serie mundial” que pactamos y jugamos en 1987, inspirador por la serie entre los Medias Rojas de Boston y los Mets de Nueva York. Toño se hizo cargo de armar su equipo. Héctor y yo hicimos lo propio con el nuestro. Además nos encargamos de buscar un campo, y trazar sobre él el diamante con líneas blancas de cal. Desde luego tuvimos que diseñar y construir nuestras herramientas con palos, cordeles y latas perforadas para conseguirlo. Nuestra consigna era hacerlo de las medidas reglamentarias, sobre todo haciendo gala de nuestra capacidad de agrimensura y ejecución, trazándolo derecho y uniforme como si de una obra ingenieril se tratase.
Junto con Toño visitamos el campo un día antes del arranque de la serie para ver la versión final del diamante. Toño nos dijo: “Bueno, no ésta tan mal. Si consideramos que lo que cuenta es la línea recta imaginaria que atraviesa la linea irregular y ondulada que está pintada sobre el campo. Podemos jugar aquí. ¡Nada mas por favor no vayan a ser ingenieros!”. Lo dijo con toda la autoridad que le confería el gran arquitecto que llevaba dentro. Héctor no echó en saco roto ese consejo, y es ahora un exitoso abogado fiscalista. Y yo…. bueno yo…ni soy arquitecto, ni soy abogado…. digamos que también hice caso del consejo; ¡desistí de ser ingeniero civil!
Acordamos con Toño jugar con catcher. Nos las tuvimos que ingeniar para conseguir el equipo: careta, peto, y espinilleras. Lo único que nos faltó fué la mascota (es decir el guante), por que comprar uno estaba fuera de nuestro alcance. La idea era compartir el equipo de catcher entre los dos bandos. Por parte de mi novena, quién se enfundó en dicha armadura y agazapó detrás de la almohadilla de home, fué Héctor, aunque el hubiese preferido jugar el short stop. Por favor no me pregunten quién lo engatusó para que fuera el catcher. Por alguna razón se convenció de que en realidad el catcher es el estratega del equipo. Su deber es conocer las debilidades de los bateadores rivales, para poder pedir los lanzamientos adecaudos al pitcher. Además debe estar muy atento para evitar los robos de base, y tener mucha fuerza y precisión en el brazo para lanzar desde home a segunda base.
Todos esas habilidades fueron practicadas con esmero por Héctor. Al principio no quería entrenar (el quería ser short stop), pero alguién lo convenció de hacerlo. En mi opinión, lo que mejor que llegó a dominar, fué el arte de erguirse de la incómoda posición propia de un catcher cuál resorte y botar la careta al suelo con decisión y galantería para fildear un foul. Si no atrapaba la pelota no importaba. Lo importante era esa seguridad masculina al arrojar la careta para impresionar a las damisela del público. Eso era lo que pensábamos, pero como no había damiselas en el público (bueno acepto que ni siquiera había público) ese ademán era mas valioso aún; nos daría no solo la motivación si no también la filosofía del juego. Era como el proverbio zen aquél: Si un árbol cae en el bosque y no hay nadie para escucharlo ¿hace ruido?
En ese trance meditativo saltamos al diamante para batirnos al límite. Hubo de todo: robos de base, ponches, home runs, barridas, toques de bola, double play, pisa y corre…creo que hasta un balk le marcaron al lanzador de mi equipo. A final de cuentas, Héctor no sólo botó la careta, si no también el peto junto con los otros aditamentos y se fué a jugar a las paradas cortas, su posición natural, dónde hizo varias jugadas importantes. El inusual relevo de receptor (generalmente los lanzadores son relevados, no los receptores) fué hecho magistralmente por Pepino. Ciertamente el peto y las espinilleras le ajustaban mejor. Su buen mascoteo controló varios wild pitches de nuestro lanzador, y sobre todo no dejaba caer a doña blanca, la de las 108 costuras, después de arrojar la careta con clase fildeando un foul.
Es indiscutible el talento beisbolístico de Toño, no obstante la jugada genial, la jugada maestra que marcó la diferencia en la serie, la hizó como manager: Para la posición detrás de home reclutó al enoooorme señor Mora. Él era el único, que jugaba en una liga de verdad, era catcher de verdad y ¡hasta tenía una mascota de verdad! Casi 20 años después, todavía sigue en discusión si fué cachirul o no, por ello la victoria no ha sido homologada.
En los juegos de beisbol es el pitcher quién gana o pierde los partidos. Parado en el centro del diamante tiene toda la atención sobre sí. Las cámaras de televisión hacen acercamientos a su rostro antes de cada lanzamiento. Es el héroe o el villano y sobre todo, los corazones de las mujeres laten por él.
Entonces ¿quién fué el pitcher de mi equipo? ¿quién cargó con la derrota? ¿por quién se supone deberían latir los corazones de las damiselas?
Por favor no me lo pregunten.
¡Hola Leonardo!
Te respondo aquí en tu blog: Estuve viviendo en Wolfenbüttel desde el 13 de septiembre de 2004 al 28 de julio de 2005, casi un año, haciendo el proyecto de fin de carrera en la Fachhochschule de WF. Por supuesto que conocí a compatriotas tuyos, casi todos de Puebla. Hay alguno que todavía queda por allí, uno en WF (Abel) y otro en BS (Raúl). ¿Dónde juegas al baloncesto? ¿En la Kaserne (Salzdahlumer Strasse)?
Te cito: «Hoy en día me sorprende leer bitácoras de chavitos de 18 o 19 años muy bien informados, muy precisos al escribir, y sobre todo con una visión crítica de las cosas. De verdad que a veces hasta me intimida.»
Coincido totalmente, es más, con mi edad me sorprende que chicos de 16 años ya programen páginas como quien antes hacía un avión de madera. Me siento totalmente intimidado pero a la vez contento de que puedan hacerlo. Hace años no creo que nadie les hubiera prestado atención ni mucho menos les hubiera publicado nada a menos que implicara una buena ganancia. Ahora se podría decir que existe un poco de libertad, aunque la realidad dicta que hay pocos escribiendo y muchos repitiendo lo que esos escriben.
Ah, si quieras encontrar gente de México y mucha, tienes que ir a París! te vas a topar con cientos.
Saludos.
Hola!
Me encontré con tu blog por mero accidente y me puse a husmear un poco…
Finalmente dí con este post y me trajo buenas memorias de mi infancia, aunque nosotros no jugábamos reglamentariamente al beis y las niñas que nos pudieran vitorear eran parte del equipo, nos divertíamos muchísimo…
Saludos desde la Ciudad de México
hola, muy interesante