Hace tiempo que quiero escribir sobre fútbol, aunque el fútbol nunca se me ha dado. No soy aficionado. Solamente juego una vez al año durante la fiesta de verano de la compañía. Mas bien quiero escribir sobre el ambiente entorno al mundial en Alemania. Será el segundo mundial que me toca vivir. El primero fue hace ya varios ayeres, cuándo era joven y apuesto. Vivía en México y tenía toda la vida por delante. Aunque no asistí a ningún partido, no puedo olvidar el gran ambiente, los bailes al pié del ángel de la independencia, los gritos de batalla que se escuchaban. Por ejemplo, después de que la selección mexicana derrotó a Bélgica, se escuchaba: “¡Los belgas no son belgas! ¡somos unos belgas!” Aunque parezca a primera vista tratarse de una proposición indecidible, se tomaba ipso facto por válida escapando así al teorema de Gödel.
Poco a poco el tema universal es el fútbol. Desde hoy con más fuerza a causa del partido tan cerrado de ayer, dónde el Barcelona se entronó derrotando en la final de Europa al Arsenal de Londres. Para los mexicanos es sin duda un hecho importante, por el papel que jugó Rafa Márquez durante todo el camino hacía la conquista del título.El año pasado, se puede decir que vivimos una especie de ambiente mundialista (llamémosle pre-mundialista) con la copa confederaciones. Es un hecho que por éstas tierras no hay muchos mexicanos. Al conocer un mexicano en Alemania, la probabilidad de que viva en Wolfsburg es muy alta, dado que Volkswagen tiene su planta principal en ésta ciudad. A partir de ese punto, la densidad de mexicanos decrece radialmente. Sin embargo, durante los partidos de la copa confederaciones que México jugó en Hannover, de la nada surgían camisetas verdes y sombreros para apoyar al equipo mexicano. No puedo asegurar que todos éstos aficionados eran mexicanos. Yo mismo me encagué entonces de pintar la bandera mexicana en la cara de algunos alemanes (las damas se mostraban especialmente cooperativas). A uno de ellos hasta lo convencí de envolverse en la bandera mexicana a la Juan Escupía
Bueno, a pesar de los cachirules no me cabe la menor duda que surgieron verdaderos mexicanos por generación espontánea. Después del gran partido que dio México ante Brasil, fui testigo de cómo un grupo de Mexicanos vitoreando a su equipo caminaba por las calles de Hannover. La policía resguardaba el orden, sobre todo a sabiendas que los mexicanos andaban sueltos. La verdad, antes que mi atención fuese captada por esos extrovertidos compatriotas, estaba sobre una mujer policía. Como todos sus compañeros, tenía un gesto duro, que marcaba distancia e infundía respeto. Fuera de esa dureza facial, era una mujer muy atractiva: alta, delgada, y de figura atlética. Por si fuera poco el uniforme le sentaba muy bien, contrastando de alguna manera con su feminidad. Debajo del uniforme se adivinaban prominentes y seductoras formas celosamente resguardadas, más que por el uniforme mismo, por aquél gesto adusto. Mi imaginación volaba libre, y la veía en la portada de una edición especial de Playboy sobre mujeres policías, con tan sólo su kepí sobre frente. Ese pensamiento no era para nada el mas atrevido que tuve. El momento en que de verdad me extralimité fue cuando me la imaginé sonriendo.
Regresé de golpe a la realidad. Eso nunca lo verán mis ojos, acepté. En aquél instante, uno de los escandalosos mexicanos identificó por primera vez aquella belleza natural. Sus ojos se abrieron en extremo, sus pupilas se dilataron, y exclamó: “¡Qué mujer!”. Todos sus acompañantes miraron en dirección de la mujer policía y quedaron estupefactos. Ella ni se inmutó. El primero que la vio se le acerco lentamente. Los demás guardaban silencio y observaban con atención. Los policías, incluyéndola, se mantenían escépticos. Estando frente a ella, era patente la diferencia de estaturas. El mexicano, en un arranque genuino de fascinación por aquella dama, le dice muy serio y solemne en español:
“Disculpe, pero no lo puedo resistir. Desde que la miré a los ojos, su mirada me cautivó. ¿Es acaso un delito?” Ella no entendía lo que le decía, pero miraba con atención el brillo en los ojos de aquél mexicano. Los otros policías contemplaban sonrientes la escena. Ella lo miraba incrédula e indefensa. “seguramente será un delito” le dijo “pero es algo que tengo que hacer. Sólo espero que me deje hablar con mi embajada…..No puedo resistir ¡La voy a besar!” Todos los que entendíamos español, mirábamos expectantes……¡increíble! Con un movimiento ágil y rápido le enjaretó un beso suave en los labios. Ella tenía unos enormes ojos azules de sorpresa. El mexicano dijo “me declaro culpable, arrésteme, lléveme a la prisión” y extendía los brazos sobre su espalda como si fuera a ser esposado. Los otros policías reían abiertamente, sobre todo por que el mexicano parecía que hablaba en serio. Fue entonces cuando sucedió: ella empezó a reír también.
Mientras el mexicano seguía aceptando su culpabilidad, sus compañeros se acercaron, y aprovechando el desconcierto de la mujer policía y que no había esposado aquél osado, desfiló la docena frente a ella no sin que cada uno repitiera el beso. Ella parecia disfrutarlo. El grupo de mexicanos se retiró entonces satisfecho, como si nada hubiera pasado. La chica besuqueada y sonrojada era presa de las bromas de sus compañeros.
Para muchas mujeres alemanas pasa inadvertida la forma que captan la atención de los transéutes, como lo narra Yaotzin en ésta otra historia. Digamos que algo así ocurriera era inimaginable para la mujer policía. Esos mexicanos se le salieron del huacal. Por cierto, para los que planean venir a Alemania para el mundial, el mismo maestro berlinés Yaotzin, escribió la magnífica guía Que no te vean la cara de «was» Indispensable su lectura como preparación al viaje. Si se apuran hasta pueden alcanzar hospedaje aquí.
¿Qué harán los mexicanos ahora en el mundial fuera de la cancha? Los mantendré informados.
Mexicanismos:Cachirul: Literalmente hijo ilegítimo. Coloquialmente se emplea para designar a un impostor, a alguien que se hace pasar por alguien más. Es muy difundido en el ámbito del fútbol.
Huacal o guacal. (Del náhuatl huacalli.) m. Especie de jaula o caja formada de tiras de madera separadas, en que se transporta fruta, hortalizas, loza o animales pequeños. | salirse del huacal. Ser indisciplinado, desobediente, propasarse, excederse de lo razonable.