Me encuentro sentado en el laboratorio, rodeado de kilometros de fibra óptica. Soy una especie de inquisidor de un chip de telecomunicaciones. Es mi creación, por que contribuí al desarrollo de algunos de los bloques que lo integran. Su complejidad es tal, que no hay nadie en el mundo quién lo conozca al 100%. Los que lo hemos desarrollado, conocemos a lo mas un par de bloques a profundidad. Tiene más de 100 millones de transistores.
Lo observo empero con unca mirada torva, mientras hago descender sobre él con lentitud el tubo del dispositivo que será su cámara de tortura y lo obligará a trabajar a temperaturas extremas: -10ºC (bueno, debo aceptar que no es tan extremo si consideramos que es la temperatura ambiente en Alemania en enero) y 90ºC.
Por si fuera poco el tormento con la temperatura, le retuerzo todos los relojes de transmisión. Todos son asíncronos y con diferencias de fase y frecuencia. Busco primero el límite que haga correr la sangre de los LEDs rojos indicando estar fuera de fase, y luego bajo levemente el nivel hasta que la luz roja se evapore. A veces hasta me parece escucharlo gritar de dolor.
Debe decir la verdad. Debe transmitir a razón de 10 Gigabits por segundo durante 10 horas sin un solo bit que no llegue a su destino. Para darse una idea, si necesita solamente 6,4 segundos para transmitir toda la información de un DVD, en las 10 horas transmite 5625 DVDs. Es el equivalente a 360 Terabytes, es decir 36 veces toda la información de la colección impresa de la biblioteca del congreso. Para poder imprimir sobre papel esa cantidad de información, se tendrían que talar 18 millones de árboles.
Una vez transcurridas las 10 horas, hago un escrutinio de lo que fué transmitido. Si mintió en un sólo bit, será sometido otra vez al mismo tormento, después de que identifiquemos la causa del error.
¿De dónde sale tanta información para ser transmitida por el chip? Independientemente de que lo que transmita llegue íntegro a su destino o no ¿tiene sentido? ¿puede ese óceano de información serle a alguien útil? La respuesta es contundente y es no. A nadie le sirven esas 36 bibliotecas del congreso. Todo ha sido generado a partir de polinimios. A la vista de cualquier observador, eso sería solamente ruido.
Hoy en día los seres humanos hemos desarrollado una increíble capacidad para transmitir información, pero ¿somos capaces generar información importante?¿tenemos algo que valga la pena para ser transmitido? Por un lado podríamos tener contacto en cualquier instante con nuestros familiares y amigos sin importar dónde se encuentren, pero ¿tenemos algo que decirles? Por otro lado todos los días estamos expuestos a un caudal impresionante de información, sin embargo de esa información ¿qué nos es de verdad útil? ¿cuántos correos electrónicos nos ayudarán en nuestro trabajo? ¿cuántos nos traerán noticias de amigos?¿o cuántos nos harán sentir que estamos vivos? Sin duda, la información útil, la información vital, y la información interpersonal o humana, son en realidad una porción ínfima del torrente caudaloso de información en el que estamos inmersos diariamente.
Parece que el potencial tan alto que tenemos ahora para transmitir información, no nos hace la vida más fácil, más bien nos la complica. Ahora tenemos que buscar la información valiosa como si fuese una pepita de oro en toneladas de arena.
Ha terminado el tormento para el chip. No hubo ni un solo error. Me dispongo entonces para ir a casa y disfrutar del fin de semana. Sólo me queda iniciar una tortura automática. Así el chip transmitirá otra vez selvas amazónicas enteras de información futil durante el fin de semana. Muy probablemente, cuando su desarrollo haya concluído, y se encuentre ya instalado en algún equipo que sea parte de internet, seguirá haciendo lo mismo, aunque sin ayuda de polinomios.
No se cuantos megas ocupe este mensaje, pero creo que no alimentará en nada al corazón de una computadora, mas creo sin temor a equivocarme, que a mi amigo Leonardus le reconfortará su alma, de saber, que a miles de kilómetros de distancia,a ya varios lústros de no vernos y cruzando un gran océano, aún lo recordamos y estimamos.